Sin conciencia
He leído en estos días la novela Todo fluye , de Vasili Grossman y aún estoy bajo los efectos de de su profunda inmersión en la naturaleza humana. Recuerdo que mi primer contacto con el GULAG se produjo muchos años atrás, cuando apenas salido de la adolescencia leí Un día en la vida de Iván Denísovich , y algunas otras obras de Soljenitsin. Al contrario que a muchos de mis amigos, inficionados, como tantos otros jóvenes de mediados de los setenta, por el virus del izquierdismo, no me suscitaron un rechazo visceral. Admiré su calidad literaria y, desde el primer momento, supe que lo contado era cierto; así que comencé a buscar razones que justificaran el horror de los campos. No las hallé. Fue el inicio de un proceso de maduración largo y lento, que me llevó a entender que ningún fin puede justificar tanto sufrimiento, y terminó por alejarme de toda tentación utópica. Pero no es mi deseo hablar de mí, sino de la novela de Vasili Grossman. Sin alcanzar la dimensión épica de Vida y destin...