La hora de Tomás Moro

También hace tiempo publiqué en Estudio Agustiniano esta breve nota sobre otra biografía de Santo Tomás Moro.

BERGLAR, Peter. La hora de Tomás Moro. Sólo frente al poder, Ediciones Palabra, Madrid, 1998, 22,5 x 14,5, 435 pp.

Un biógrafo no debe contentarse con ofrecernos el relato de lo acontecido a una determinada persona, sino que debe esforzarse por aproximarse a su vida, por penetrar en su intimidad y mostrar ante nuestra indiscreta mirada su ser interior, y así revelarnos sus inquietudes, sus angustias y creencias; ponernos, en fin, ante la riqueza del ser humano. Eso es algo que hace con creces Peter Berglar al narrar la vida de Santo Tomás Moro. En un primer libro, El Ascenso, el autor indaga en las afirmaciones contenidas en el epitafio redactado por el propio Moro. Nos adentramos así en sus relaciones familiares y en su carrera política, terminada bruscamente en lo más alto, cuando en 1532 dimite del puesto de Lord Canciller. Las múltiples y difíciles obligaciones en la corte no impiden a Moro ocuparse de los suyos con permanente y amorosa solicitud. Enternece en particular la atención que dispensa a la educación de sus hijos, sin distinguir entre varones y hembras. De hecho siempre sentirá una especial debilidad por Margaret, cuyas cartas en latín llega a mostrar con legítimo orgullo al obispo de Exeter. Es un hombre austero y modesto en medio de los lujos e intrigas de la corte; ama el estudio, pero opina que “letras sin virtud son perlas en el muladar”; cultiva el valor de la amistad y manifiesta un magnífico sentido del humor; nunca alardea de sí mismo, ni pretende ser ejemplo para otros. Al leer a Berglar no puede uno evitar preguntarse si Cervantes no tomaría a Moro —el amigo de Erasmo— como modelo para el caballero del Verde Gabán.

Pero es en el segundo libro, El Testimonio, donde se revela toda la grandeza del Moro. No desafía al rey, no busca el martirio, pero Enrique VIII no se contenta con un silencio que no puede interpretar más que como desaprobación. Acorrala a Moro para que jure el Acta de Supremacía, pero éste calla. Siempre ha sido un servidor leal de su soberano y en su espíritu no hay cabida para algo que pueda semejar aun lejanamente una traición, pero es de eso precisamente de lo que se le acusa. Como explica a Margaret en una carta “ningún hombre habría prestado con más alegría que yo el juramento, si hubiese visto la posibilidad de cumplir la voluntad del rey sin ofender al mismo tiempo a Dios”. Sometidos a exigencias incompatibles, Moro, Fisher y muchos otros afrontaron la muerte en lugar de doblegarse ante una imposición ilegítima. Es una enseñanza que debemos tener particularmente presente los hombres de nuestra época, supervivientes del nazismo y del comunismo, a fin de que el poder no reclame de nuevo el imperio sobre la conciencia.

Comentarios

  1. Tomás Moro era un hombre sabío en muchos aspectos y un gran humanista.
    Murió fiel a sus ideas y con valentía cosa que es de admirar. Aunque fue una persona muy devota y quizá ello le llevo a defender a la iglesía hasta el final.
    Soñó con un mundo mas justo.
    En su época de encarcelamiento, no se a que libro o capitulo pertenece , hay algo que se me quedo grabado , dice algo así como...Duermen mientras el traidor conspira. La somnolencía. Los hijos de las tinieblas son mas astutos que los hijos de la luz. Y nosotros, ¿Estamos despiertos mientras otros maquinan?
    Es cierto . El ser bueno te hace estar menos a la defensiva , porque confías en el bien ajeno.

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