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Dos varas de medir

No pretendo ser original, pues soy consciente de que no hago sino repetir una idea mil veces expresada y quizá tan vieja como nuestra civilización. Esa que San Lucas formuló en los términos: “saca primero la viga que hay en tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano” (Lc, 6, 42). Parece algo obvio y, sin embargo, ¡qué frecuentemente lo olvidamos! Quizá haya que buscar la causa en la secularización de nuestra sociedad, en el olvido y hasta desprecio en que han caído las enseñanzas religiosas en este rincón del mundo occidental. Vino primero el intento kantiano de fundamentar una moral autónoma, deducida del puro uso de la razón. No es posible poner en duda la pureza y vigor de las ideas de Kant, como tampoco podemos pensar que en él alentara un espíritu antirreligioso. Abrió, sin embargo, un camino por el que otros se adentrarían hasta extraviarse. Para él, las normas éticas eran forzosamente universales, pero al desacralizarlas cavó, aunque ese n...

La izquierda ante Israel

Cuando a finales del siglo XIX estalló en Francia el caso Dreyfuss, se produjo un claro alineamiento de la opinión pública y de las fuerzas políticas. En contra del oficial judío falsamente acusado e injustamente condenado se alinearon las fuerzas tradicionalistas; mientras que a su favor, lo hicieron los progresistas. Como suele decirse, mucho ha llovido desde entonces. El antisemitismo desembocó en el inconcebible genocidio de la Shoá , en la condena a muerte de unos seres a quienes dejó de reconocérseles el carácter de humanos. La sentencia no se produjo por lo que hacían, pensaban o creían, sino por lo que en la mente de sus vesánicos perseguidores eran. El crimen fue tan atroz que a menudo las víctimas no fueron capaces de creer lo que ocurría, pues nunca antes en la historia de la humanidad se había dado algo semejante. Ha pasado el tiempo y los judíos han podido construir un Estado próspero y democrático. Sin embargo, la hostilidad hacia ellos no ha decrecido. Las masas árabes, ...

Sin conciencia

He leído en estos días la novela Todo fluye , de Vasili Grossman y aún estoy bajo los efectos de de su profunda inmersión en la naturaleza humana. Recuerdo que mi primer contacto con el GULAG se produjo muchos años atrás, cuando apenas salido de la adolescencia leí Un día en la vida de Iván Denísovich , y algunas otras obras de Soljenitsin. Al contrario que a muchos de mis amigos, inficionados, como tantos otros jóvenes de mediados de los setenta, por el virus del izquierdismo, no me suscitaron un rechazo visceral. Admiré su calidad literaria y, desde el primer momento, supe que lo contado era cierto; así que comencé a buscar razones que justificaran el horror de los campos. No las hallé. Fue el inicio de un proceso de maduración largo y lento, que me llevó a entender que ningún fin puede justificar tanto sufrimiento, y terminó por alejarme de toda tentación utópica. Pero no es mi deseo hablar de mí, sino de la novela de Vasili Grossman. Sin alcanzar la dimensión épica de Vida y destin...

La vida sigue igual

Imagine usted que durante años todos los miércoles se reúne con otros tres amigos para jugar unas partidas de tute, hasta que un día, a eso del mediodía, recibe una llamada telefónica: -Oye, ya sabrás lo de Ignacio… -Sí. Me he enterado. ¡Qué putada! -Es verdad. No hay derecho. ¿Conoces a alguien que pueda sustituirlo esta tarde? -No te preocupes. Eso está solucionado. -Gracias a Dios. Creí que se nos había jodido la partida. El diálogo precedente es, sin duda, ficticio y solo una persona malintencionada podría relacionarlo con acontecimientos ocurridos tras el asesinato de Uría. Supongamos que Ignacio hubiera fallecido súbitamente de un infarto. Sus apesadumbrados amigos, sin duda, habrían acudido a su domicilio o al tanatorio para acompañar a la familia en tan difíciles momentos. En cambio, a Ignacio le arrebató la vida ETA. Era un buen hombre, pero, sin darse cuenta, andaba en actividades peligrosas y, claro, eso termina por pagarse, que aquí nos conocemos todos y cada cual sabe lo q...

Recuerdos de un hombre bueno

No sé si se trata de un fenómeno común o es simplemente una peculiaridad de mi memoria, pero cuando he permanecido largos años al lado de una persona, me resulta muy difícil recordar el rostro que tenía cuando la conocí. Puedo, naturalmente, ayudarme con fotografías. Sin embargo, cuando prescindo de estos medios auxiliares, sus rasgos se me presentan con el aspecto de los últimos tiempos. No soy capaz, por tanto, de reconstruir la apariencia de don Santiago Sáez treinta años atrás, cuando yo era apenas un muchacho, que iniciaba con su hija un noviazgo, que acabaría por transformarse en ese amor duradero y profundo que da sentido a la vida Sé, por el contrario, que mi apariencia tímida y desmañada, y mi radicalismo de entonces, a los que se añadía un prematuro −y afortunadamente temporal− abandono de los estudios, difícilmente podían agradar a alguien como él, médico y padre de familia, conservador y hondamente religioso. Imagino que al conocerme no pudo evitar el deseo de que su hija e...

En compañía del sol. Aproximación a San Francisco Javier

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Reproduzco aquí una recensión que publiqué en la revista Estudio Agustiniano . SÁNCHEZ ADALID, Jesús, En compañía del sol , Temas de hoy, Madrid, 2006, 24 x 16,5, 358 pp. Recrea Sánchez Adalid en esta novela algunos momentos cruciales de la vida de San Francisco Javier: la infancia en la turbulenta Navarra de principios del siglo XVI, los años de estudio en París y el primer viaje misionero a la lejana India. Aunque el género narrativo elegido permite e incluso requiere algunas licencias, estas apenas se dan en una obra que se ciñe con tanta exactitud a lo que transmite la documentación que, si no fuera por la falta de aparato crítico, podríamos creer que nos hallamos ante una auténtica biografía. No es tal porque el autor adopta un punto de vista que, aunque formalmente objetivo, busca iluminar determinados episodios de una compleja evolución espiritual, en tanto que otros no menos decisivos los deja sumidos en una tenue penumbra, dando lugar a un juego de claroscuros que enriquece a...

A vueltas con la memoria histórica

Memoria histórica es uno de esos sintagmas que, recordemos el estomagante “voluntad política”, periódicamente se ponen de moda y repiten hasta la náusea los medios de comunicación. Si el segundo parece designar un tipo de voluntad característico de los profesionales de la política, cuyo principal rasgo distintivo consiste, al menos en apariencia, en ser tan extraordinariamente débil y flexible, que solo por azar o inadvertencia alcanza a lograr sus objetivos; el primero encubre, bajo el aspecto de un pleonasmo, tan inocente como pedante, un peligroso significado que intentaré desentrañar. La memoria es, obviamente, recuerdo del pasado y por eso en una primera aproximación podemos decir que siempre es histórica. ¿Por qué añadirle entonces este adjetivo? La respuesta es clara: para referirse a otra cosa que nada tiene que ver con la memoria. Esta es personal y cada cual tiene la suya propia construida a partir de sus particulares experiencias. Cuando se habla, en cambio, de memoria histó...