La izquierda ante Israel

Cuando a finales del siglo XIX estalló en Francia el caso Dreyfuss, se produjo un claro alineamiento de la opinión pública y de las fuerzas políticas. En contra del oficial judío falsamente acusado e injustamente condenado se alinearon las fuerzas tradicionalistas; mientras que a su favor, lo hicieron los progresistas. Como suele decirse, mucho ha llovido desde entonces. El antisemitismo desembocó en el inconcebible genocidio de la Shoá, en la condena a muerte de unos seres a quienes dejó de reconocérseles el carácter de humanos. La sentencia no se produjo por lo que hacían, pensaban o creían, sino por lo que en la mente de sus vesánicos perseguidores eran. El crimen fue tan atroz que a menudo las víctimas no fueron capaces de creer lo que ocurría, pues nunca antes en la historia de la humanidad se había dado algo semejante.

Ha pasado el tiempo y los judíos han podido construir un Estado próspero y democrático. Sin embargo, la hostilidad hacia ellos no ha decrecido. Las masas árabes, condenadas a la miseria por la corrupción de sus dirigentes, claman por su destrucción, jaleadas −aquí está la relativa novedad −por la izquierda de Occidente, inesperadamente aliada con unos islamistas fanáticos que imponen la sharia allá donde triunfan y que no se recatan en decir que aspiran a terminar no solo con Israel, sino con todo lo que implica una tradición cultural, nacida de la unión fecunda entre el helenismo y el judaísmo, y que ha dado, entre otros espléndidos frutos la democracia y los derechos humanos.

En realidad, al menos en España, el antisemitismo nunca ha estado ausente del pensamiento de la izquierda. Nada similar a un caso Dreyfuss podría haber ocurrido en nuestro país, debido a lo extremadamente reducido de la presencia judía y al confesionalismo católico del régimen de la Restauración. La neutralidad, escorada hacia el Eje, en los años de la Segunda Guerra Mundial, permitió la acción humanitaria de algunos diplomáticos, como Ángel Sanz Briz, gracias a la cual, un considerable número de judíos pudo escapar a la muerte, pero sobre todo hizo que España no se sintiera concernida por la Shoá. Falta así en nuestra conciencia colectiva todo sentimiento de culpa en relación con el destino de Israel, a menos que queramos remontarnos a épocas tan lejanas como el reinado de los Reyes Católicos. Y son precisamente estos, uno de los pilares del mito, ciegamente creído por los meapilas de la izquierda −que esta especie no es exclusiva del catolicismo−, que justifica su angélica posición inmune al mal.

En el imaginario progresista, los Reyes Católicos habrían terminado con una armónica convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos, algo así como una prefiguración de la Alianza de Civilizaciones, propugnada por la preclara mente del nunca bien alabado Rodríguez Zapatero, y secundada por hombres de pro como Ahmadineyad (no tengamos el mal gusto de mencionar que este señor ha amenazado en repetidas ocasiones a Israel con lo destrucción, o que en el país que tan dignamente preside se castiga a las mujeres adúlteras con la lapidación y, ya puestos, olvidemos que no se reconoce el derecho de los homosexuales a la vida). La intolerancia católica terminó con aquel edén, cuyo ejemplo más acabado se había manifestado en Al-Ándalus, quizá en el momento en que Maimónides se vio obligado a abandonarlo para escapar de la persecución almohade. ¡Por Dios, me he equivocado! Todo el mundo sabe que un judío no tenía motivos para huir de ese paraíso. Otra cosa eran los mozárabes. Mala gente que creía que Jesús era el Mesías, y que, llevada por el fanatismo, prefirió, antes que sufrir el martirio o cuando menos el expolio a manos de los simpáticos príncipes musulmanes, marchar a los bárbaros territorios del norte, regidos por reyezuelos cristianos. La solución progresista a los problemas de nuestro país está clara: retornemos a la situación anterior a los Reyes Católicos y a sus predecesores, al momento en que cada reino era independiente de los demás, reconstruyamos incluso, hasta donde sea posible, el califato de Córdoba. Con la sharia implantada en la península Ibérica, excepto en los territorios de la Marca Hispánica y de los reinos de Asturias y de Pamplona (¡Qué casualidad! Cataluña y el País Vasco quedan fuera del ámbito islámico), recuperaremos aquel espíritu de tolerancia que nunca debió perderse.

Sé que no faltará quien diga que llevo la caricatura hasta el disparate, pero doy mi palabra de que esta visión de nuestro pasado refleja fielmente lo que durante años he escuchado a muchos compañeros, algunos de ellos, como yo, profesores de historia. Para nuestros izquierdistas el mundo es fácil de entender: de un lado están las fuerzas reaccionarias y opresoras, básicamente los Estados Unidos, Israel, la Iglesia Católica y algunos más; y de otro, quienes frente a su dominio enarbolan valientemente la bandera de la libertad: Hamás, Hezbolá, Ahmadineyad, Chávez, Morales, Ortega, los Castro, incluso, aunque no todos se atrevan a confesarlo, los chavalotes de ETA. Los prejuicios son mucho más tozudos que la realidad. Hay un hecho que hace mucho me llama la atención. Franco, aunque no sabemos en qué medida ignoró o consintió la labor de algunos diplomáticos españoles a favor de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, contó en sus filas con tropas marroquíes y gustó de rodearse de la Guardia Mora; se opuso, asimismo, al reconocimiento de Israel y durante muchos años, pese a la guerra de Ifni y otros incidentes, hizo de la retórica de la amistad con los pueblos musulmanes un lugar común. Esto es bien sabido, lo curioso, incluso extraño, estriba en que es precisamente la izquierda, la continuadora de los planteamientos franquistas. Vivir para ver.

No es el único caso en que los sedicentes progresistas se mantienen fieles a las líneas trazadas por su histórico enemigo, al que terminarán por derrotar cualquier día de estos. La dictadura nunca ocultó sus simpatías por la revolución castrista, en la que, sin duda, veía una cierta revancha por la derrota del 98 frente a los Estados Unidos. Recuerdo que en el colegio muchos de mis profesores hablaban con abierta admiración, y sin que nadie se lo reprochara, del Che Guevara. Se diría que el odio a la libertad une a extraños compañeros de cama. Nada que pueda sorprendernos pues mucho antes se había firmado el pacto germano-soviético.

Comentarios

  1. Magnífico artículo, Francisco Javier. Lo agrego a favoritos.

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  2. Caramba Francisco... magnífica disección del asunto.

    Personalmente no estoy seguro de si esta izquierda reinventada por Zapatero peca de ignorancia o de negación hacia el conocimiento y el análisis de las cosas.

    Si es lo primero, deberían moderarse (por prudencia, sobre todo); pero si es lo segundo... eso es cinismo e hipocresía.

    Un placer leerte.
    Saludos.

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  3. SOCIALISMO=NAZISMO

    Nazis: PARTIDO NACIONAL SOCIALISTA OBRERO ALEMÁN

    PSOE: PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL

    Anti-JUDIOS
    Anti-CAPITALISTAS
    Anti-LIBERALES
    Anti-RELIGIONES
    Anti-AMERICANOS

    Pro-TERROR
    Pro-ABORTO
    Pro-EUTANASIA
    Pro-DICTADURA
    Pro-GENOCIDIO

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  4. Un artículo espléndido amigo Francisco. Mañana, con tu permiso, lo incluyo en el post del día

    Un cordial saludo

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  5. He he estado echándole un ojo a todos tus escritos, y leyendo algunos.
    Entre ellos el de tu madre. Enhorabuena por tus conocimientos y dotes literarias. Ojalá todos los profesores tuviesen tu preparación.

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  6. En primer lugar, mis disculpas, ya es demasiado tarde y mañana leeré su artículo. Pero me gustaría recomendarle un artículo, publicado en FAES (no se me asuste, mi poco interés por la política nacional sólo consigue que me acerque en razón de ciertos artículos, como este, y de ciertos autores), sobre la reputación de los judíos en España y cierta "recuperación" o "utilización de sus historia" en el conjunto nacional, sobre todo con vistas al mito narcisista, e interesado, de las Tres Culturas o de la epopeya sefardí, y que no impide un claro sentimiento anti-israelí e inclusive anti judío (versión askhenazi, como por ejemplo, en Gargoris y Habidis, y en otras publicaciones).

    El artículo es de Antonio Jose Chinchetru y se titula: "Las coartadas del antisemitismo: el mito del "judío arqueológico""

    Su enlace: http://documentos.fundacionfaes.info/document_file/filename/1310/_181-192__CHINCHETRU.pdf

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  7. Gracias, José Antonio. He leído el artículo que me recomienda y me ha parecido extremadamente certero y sugerente.

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  8. He leído su artículo y me gustaría incidir en varios temas. Quizá no tanto en el ámbito español, cómo no, siempre a remolque del ideario ajeno (!! qué inventen ellos !!), pero sí a nivel occidental, y sobre todo europeo, se han dado una serie de circunstancias que han propiciado la deriva actual.

    Por supuesto, está el eterno antijudaísmo, nunca olvidado por los sectores más tradicionalistas religiosos, pero también recuperado por sectores progresistas, e incluso por la extrema izquierda, con ese nuevo marcionismo (reprobador del Antiguo Testamento y adepto sólo a la figura de un Jesucristo revolucionario) y un paulismo reivindicador de un universalismo (ni griegos ni judíos) contrario a todo particularismo (nacional, étnico y religioso), y que también recoge ideas provenientes del multiculturalismo y el tan de moda "mestizaje", y que por ejemplo desemboca en la constitución de un nuevo ideal de proletariado representado por el emigrante o el "sin papeles" (sobre todo en Francia), sobre todo por el trasvase del "proletariado nacional" a posiciones consumistas y burguesas.

    Esta revaloración ideal del universalimo depende en grado sumo de la crítica radical del estado-nación y de sus supuestas consecuencias, nacionalismo y violencia, con las dos guerras mundiales europeas.

    Ante esto, se ha constituido una doble visión del judío:

    - Por un lado está el judío ideal, el que murió en los campos, el que supuestamente era polifacético, realmente europeo (no nacionalista) y cosmopolita (muchos de los judíos alemanes más asimilados, y también objetos de la persecución, eran "tan alemanes" y nacionalistas como los propios alemanes no judíos). A toda esa ficción se le añade los grandes representantes judíos de la cultura europea, como primeros entes europeístas, y los propios revolucionarios judíos.

    Así pues tenemos a ese judío europeísta, progresista y víctima como ideal del nuevo universalismo progresista, y en buen grado los acontecimientos conmemorativos de la Shoah en Europa tratan de recalcarlo, olvidando que la gran mayoría de ese mundo judío aniquilado durante la Shoah mayoritariamente no tenía esos caracteres, en el sentido de que en su mayoría era tradicionalista y religioso, o bien burgués en donde estaba más asimilado.

    - Por el otro lado, la antítesis, antítesis que representa una traición a todo lo anterior. Y esta representado por el israelí como judío nacionalista, orgulloso, poderoso en vez de víctima, aliado de los USA en vez de revolucionario, y que ha tenido la "suerte" de estar en lucha, victoriosa (lo que le añade más agravios) contra ese mundo que la extrema izquierda actual entiende como posible gran aliado en su lucha contra el sistema político occidental actual, es decir, un mundo musulmán en crisis pero con gran potencial de movilización.

    Ese mundo del que se conoce pero se ignora voluntariamente su estructura casi feudal, religiosa, liberticida y totalitaria (¿cuándo ha sido es un problema para la extrema izquierda).

    En esa alianza, o conjunción de fuerzas con ese mundo islamista y musulmán, el desarrollo de la emigración será un elemento determinante. En Europa, hoy en día, potenciar esa inmigración es un elemento crítico, en el sentido de que se conoce por todos su carácter poco integrador y la cantidad de problemas que genera, pero la caída de población europea, la necesidad de suplirla, y el exceso demográfico de esos países musulmanes pueden determinar nuestro desarrollo.

    Mi impresión es que Europa se juega ahí en gran medida su futuro como continente libre, dinamizador y estable internamente, y que si la idea de un fin de la historia fue en su momento muy criticada (por sancionar el triunfo de la sociedad occidental), la idea europea progresista de una "paz kantiana", de una paz, en este caso interna, perpetua y sostenible posee posiblemente los mismos mimbres utópicos.

    El famoso "islam europeo" esta tardando mucho en aparecer, y lo que hay son poblaciones emigrantes, y sus descendientes, desestructuradas y pasto de un Islam en red globalizado y sin referencias tradicionales, una islam de web, donde existe una identificación más como referencia cultural, social y personal que religiosa, pero con grandes derivas totalitarias.

    El proceso de guettoización en ciertas ciudades europeas, con una gran parte de esa población sin integrar (y sin demasiado interés en ello) y sobreviviendo por medio de subvenciones y por el control de ciertas actividades económicas marginales (reforzando así su papel de "nuevo proletariado para la extrema izquierda), puede desembocar en graves enfrentamientos internos y étnicos en esta Europa del multiculturalismo.

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  9. José Antonio, le agradezco su profundo y documentado comentario, en el que pone usted de relieve asuntos fundamentales. La izquierda busca desesperadamente un nuevo sujeto revolucionario, tras lo que pudiéramso denominar traición del proletariado, que no se manifiesta tan solo en su aburguesamiento o incorporación al consumismo, sino incluso en el abandono de los partidos comunistas, en favor de los neofascistas. Algo que no debe sorprendernos, pues son los trabajadores menos cualificados, quienes pueden experimentar la inmigración como una amenaza,así como también pueden ver al recién llegado como un competidor en la disputa de las ayudas sociales. Sin duda, lo que se ha dado en denominar, quizá de forma demagógica, como "estado de bienestar" no estaba pensado para una situación como la actual. Los inmigrantes musulmanes, efectivamente tienden a recluirse en guetos, en los que imperan unas normas de conducta ajenas a las de la sociedad democrática que los acoge. La falta de relación con la población autóctona es sobre todo notoria en el caso de las mujeres, muchas de las cuales jamás llegan a expresarse en la lengua del país en que viven, lo que dificulta incluso el contacto con los profesores de sus hijos. Crece así entre nosotros una sociedad distinta y separada de la nuestra.
    Los progresistas no caen en la cuenta de que, si hemos de utilizar términos clásicos de la izquierda, lo que toman por proletariado semeja más un lumpenproletariado: una masa anómica, fácil pasto de mensajes populistas y mesiánicos.
    Israel está hoy en la primera línea de fuego en el combate contra los nuevos bárbaros que asedian la civilización; y la izquierda, al asumir el mensaje antisemita o judeófobo, por más que intente disimularlo bajo el disfraz de la admiración por un judío ideal cosmopolita que quizá solo ha existido en su imaginación, nos desarma ante el totalitarismo.

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