Víctimas con rostro

Este artículo se ha publicado también en Periódico Liberal. el Reformista:

He leído muchos relatos sobre la Shoá, pero hasta el pasado dos de septiembre nunca me había encontrado cara a cara con un superviviente. Fue en un acto de homenaje celebrado en el Colegio de Médicos de Madrid y enmarcado en un curso de verano organizado por Casa Sefarad y la Universidad Autónoma. En primer lugar, Henri Borlant relató su adolescencia, quizá la falta de ella, en Auschwitz, Oranienburg y Buchenwald. Continuó Jaime Vándor Koppel, uno de los niños salvados por Ángel Sanz Briz y Giorgio Perlasca en las casas españolas de Budapest, quien tras una breve introducción, pasó a entrevistar a la señora Mazaltov Behar Mordoh, sometida a experimentos médicos en Auschwitz. No escuché nada que no supiera de antemano. Tampoco los oradores se recrearon en los aspectos más brutales de la vida en el Lager o en lo más doloroso de sus recuerdos. Hablaron con lentitud, sin que la emoción entrecortara en ningún momento sus palabras y sin que estas traslucieran odio o rencor. Los espectadores, en cambio, permanecimos inmóviles en nuestras butacas, sobrecogidos y temerosos de interrumpir, siquiera fuera con el sonido de nuestra respiración, un instante sagrado.
Los testigos del mal aún tienen rostro y se sientan frente a nosotros, nos miran y nos hablan. Esos ojos que ahora parecen detenerse fugazmente en mis facciones, contemplaron muchos años atrás a los SS, a los médicos indignos, vieron como madres y hermanas eran conducidas a las cámaras de gas, como cientos y miles de infortunados camaradas sucumbían al hambre, al agotamiento y a la enfermedad en un mundo del que había huido la esperanza; luego, hubieron de sufrir la mirada cínicamente incrédula de todos aquellos que fingían no haberse enterado de nada, no haber notado como sus vecinos desaparecían sin que volviera a saberse de ellos, no haber votado al Partido Nacional Socialista y no conocer las leyes de Nüremberg. Están allí y como yo los veo ahora, incluso más cerca, también los vieron entonces los verdugos. Eran niños, como tantos otros cuyos nombres a menudo ignoramos y a quienes, en cualquier selección, un gris funcionario, quizá un buen padre de familia, envió directamente a la muerte, por juzgarlos inútiles para la lenta agonía del esclavo.
Pronto no quedará nadie de aquella generación y cuando eso ocurra las víctimas no tendrán rostro, ya no nos mirarán a la cara y sus ojos no se reflejarán en los nuestros. Seremos entonces nosotros, los que alcanzamos a escuchar de sus labios el horror, quienes tendremos que mantener vivo el recuerdo. Aquello no puede repetirse. Tenemos el irrenunciable deber moral de luchar con todas nuestras fuerzas para impedir que vuelva a suceder.

Comentarios

  1. Efectivamente, debemos impedir cualquier otra barbarie, aunque me temo que siguen ocurriendo, en este mismo instante en el que escribo, en este mismo momento en el que millones de seres humanos son ajenos a tu artículo y a un tema que en realidad les incomoda. La acción moral no la contemplan, supone mucho esfuerzo, están demasiado ocupados en ver qué ponen esta noche en la tele...Sin embargo, mi comentario no pretende ser un mensaje derrotista, sino una llamada de atención, un tirón de orejas. Porque la vida nos demuestra, que al lado de esos miles de insolidarios, hay miles de personas como tú, comprometidas con un futuro mejor.

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  2. Francisco, yo en cambio tengo varios vecinos en mi comunidad con el numero tatuado en sus brazos. Pasaron por varios campos de trabajo forzado y de concentracion de la Alemania nazi. Su culpa: ser judios, su edad: 10 años.....si, lo lees bien, son gente que tiene hoy en dia 80-81-82 años. los transformaron en huerfanos y los usaron como fuerza de trabajo para el "esfuerzo de guerra". aprendieron a hacer de todo, son deliciosas personas, levantaron el kibutz donde vivo, no tienen resentimientos, son bondadosos, muy trabajadores, formaron sus familias las cuales son su mundo y su propio milagro, en lugar de la que perdieron en Europa ilustrada, salieron del infierno a los 15-16 años y llegaron a su pais: Israel, donde les esperaba el fusil y el pico para labrar la tierra dura de este sufrido pais.

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