Izquierdismo y catolicismo: las raíces del antisemitismo español


Si bien la presencia judía en España ha sido extremadamente reducida durante los últimos cinco siglos, nuestro país es uno de los que, en Occidente, mayor rechazo muestran hacia Israel. Aunque en una primera aproximación, podemos afirmar que tal hecho se deriva tanto de un desconocimiento nacido de la falta de contacto como de la posición marginal de nuestro país durante gran parte de los siglos XIX y XX; tal respuesta, si bien contiene elementos de verdad, no es totalmente satisfactoria. Ciertamente, ni existe en España memoria de la Shoá, ni nuestros intelectuales se han visto, como los franceses, obligados a tomar partido en un conflicto similar al caso Dreyfuss. Difícilmente, se podía movilizar a la opinión pública para que apoyara o rechazara a una minoría exótica prácticamente inexistente fuera del protectorado marroquí. No obstante, la lectura de autores como Valle Inclán, Pío Baroja, Antonio Machado o Blasco Ibañez, basta para mostrar la pervivencia de un estereotipo antijudío hondamente arraigado. Este último en Sónnica la cortesana (1901), novela histórica ambientada en el Sagunto cercado por las tropas de Aníbal, pone en boca del protagonista unas palabras que, dado el contexto, expresan las convicciones del propio autor:

Yo conozco un pueblo -dijo Acteón- en el que el amor, la divina fusión de los cuerpos, se mira como una impureza. Es Israel, una amalgama de tribus miserables acampadas en un país árido, en torno a un templo de bárbara construcción copiado a todos los pueblos. Son hipócritas, rapaces y crueles; por esos abominan del amor. Si un pueblo así llegase a obtener la grandeza universal de Grecia, si se enseñorease del mundo, imponiéndole sus creencias, se apagaría la eterna luz que brilla en el Partenón; la Humanidad andaría a oscuras con el corazón seco y el pensamiento muerto, la Tierra sería una necrópolis, todos cadáveres movibles, y pasarían siglos y más siglos antes que los hombres encontraran otra vez su camino, marchando de nuevo hacia nuestros risueños dioses, hacia la belleza, que alegra la vida (BLASCO IBAÑEZ, Vicente. Obras completas. Aguilar. Madrid. 1969. I, p. 731 ).

En la mente del novelista valenciano ese pueblo tan dura como injustamente descrito, ha llegado, en efecto, a través del cristianismo a imponer sus tristes creencias al resto del mundo, por lo que solo cabe desear que, pasado un invierno de siglos, retorne la primavera pagana. Es una cantinela ampliamente difundida que tendemos a asociar con ideas nacionalsocialistas, pero que aquí aparece formulada con toda crudeza por un escritor de izquierdas, republicano y anticlerical. El rechazo hacia el pueblo de Israel se nutre en este caso de un odio púnico al cristianismo y es muy anterior a la independencia y a las guerras con los países árabes.

Curiosamente, desde el lado católico, si bien bajo otra perspectiva, no era menor la excitación antijudía. Véase lo dicho por Menéndez Pelayo en Historia de los heterodoxos españoles (1880-1882), en referencia a los judíos bautizados por la fuerza en época de Sisebuto:

¿Qué hacer con los judíos que por fuerza habían recibido el bautismo y que en secreto eran relapsos? ¿Podía la Iglesia autorizar apostasías? Claro que no, y por esto se dictaron cánones contra los judaizantes, quitándoles la educación de sus hijos, la autoridad en todo juicio y los siervos que hubiesen circuncidado. Todo esto es naturalísimo, y no me maravilla que haya sido censurado. Ya no se trataba de judíos, sino de malos cristianos, de apóstatas. (MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino. Historia de los heterodoxos españoles. BAC. Madrid. 1956. I. p. 712).

La realidad de que el bautismo haya sido recibido bajo coacción no lo invalida, por lo que a los ojos de Marcelino Menéndez Pelayo, y seguramente de la mayor parte de los católicos de su época, quienes persistían en mantener tras él las prácticas judaicas se hacían acreedores de castigo en tanto que malos cristianos. Obsérvese, además, que el hecho de que la autoridad civil intervenga para mantener la ortodoxia religiosa no se justifica mediante el recurso a situarlo en un contexto histórico superado, sino que se defiende de manera absoluta e intemporal. Obviamente, subsiste el viejo punto de vista inquisitorial.

Esta intransigencia católica se liga íntimamente a una concepción de España, según la cual nuestro país ha sido especialmente elegido por la Providencia para propagar la fe, de tal manera que su propia esencia quedaría aniquilada si en algún momento flaqueara en la defensa del catolicismo. Es una posición a la que se adhiere explícitamente Menéndez Pelayo, para quien los judíos eran un cuerpo enquistado, que terminó por traicionar a la nación, al favorecer la conquista musulmana.

Averiguado está que la invasión de los árabes fue inicuamente patrocinada por los judíos que habitaban en España (Heterodoxos, I p. 301)

No importa que la persecución a que los habían sometido los últimos monarcas visigodos, fuera la causa de que recibieran de buena gana a los invasores. El mundo de don Marcelino no es el del discurrir terreno de los acontecimientos, sino la luminosa esfera de una historia teológica. Se hallan aquí muchos de los elementos que configurarán tiempo después la ideología y la retórica del franquismo.

Podemos afirmar que durante el siglo XX fueron muy pocos los españoles que tuvieron contacto personal con el judaísmo. Sus ideas sobre este se formaron a partir de unos libros de texto en que se repetían vulgarizadas las ideas arriba mencionadas, y de los sermones dominicales escuchados en la iglesia. Conviene recordar al respecto, que los textos bíblicos permanecieron durante mucho tiempo casi inaccesibles de manera directa a quienes desconocían el latín, pues las traducciones al castellano fueron escasas y tuvieron muy poca difusión, dada la prevención de las autoridades tanto eclesiásticas como civiles, ante la lectura privada del texto sagrado por parte de los fieles. Esto, unido a la muy deficiente preparación de gran parte de los sacerdotes en lo que respecta al judaísmo en tiempos de Jesús, ha llevado a que frecuentemente en las homilías y en escritos católicos, aún hoy, se presente una imagen distorsionada del grupo fariseo. Tomaré como ejemplo a un escritor laico, Juan Manuel de Prada, quien bajo el título de Fariseísmo publicó un artículo en XLSemanal, el 7 de junio de 2008 (n.º 1075):

La condena del fariseísmo es una de las líneas vertebradoras de la predicación de Jesús […] A Jesús lo crucifican los fariseos de la religión mosaica, porque quebranta el sábado o se codea con publicanos o perdona a las prostitutas arrepentidas.

Si el autor hubiera leído con detenimiento el Evangelio habría apreciado que solo Juan menciona a los fariseos entre quienes buscaron la muerte de Jesús, y que, por el contrario, en una ocasión fueron miembros de este grupo quienes le avisaron para que se pusiera a salvo de Herodes Antipas; también habría notado que Jesús no solo se codeaba con publicanos, sino que aceptaba gustoso las invitaciones a comer de los fariseos. No es este el momento de entrar en un análisis detallado del Evangelio ni de las razones, posiblemente relacionadas con la nueva situación creada tras la destrucción del Templo y la fundación de la academia de Yavne, que pudieron llevar a que Juan, mucho después de los hechos, incluyera esa mención, que no aparece en Lucas, Marcos y Mateo. En cualquier caso, gran parte de las diputas de Jesús con los fariseos pueden ser entendidas como discusiones de escuela en las que se utiliza el diálogo para alcanzar una mejor comprensión de la Ley. Además, en los Hechos de los Apóstoles, los fariseos son presentados de una manera inequívocamente favorable, con ocasión, por ejemplo, de la intervención de Gamaliel ante el Sanedrín, o de la orgullosa proclamación de fariseísmo por parte de Pablo.

Por otro lado, los fariseos se presentan para gran parte de los católicos, y aquí no les falta razón, como los judíos por antonomasia, por lo que la hostilidad hacia ellos manifiesta el rechazo y la incomprensión hacia todo el pueblo de Israel.

En el imaginario popular persisten leyendas como la del Santo Niño de La Guardia o la de Santo Dominguito del Val, de las que incluso en estos tiempos se hacen eco páginas como Mercaba, autoproclamada “web católica de formación e información”, a cuyo frente se halla alguien que dice llamarse Pedro Azuar y ser sacerdote en Jumilla. Afirma este hombre sin vacilar:

Los judíos solían amasar los alimentos de su cena pascual con sangre de niños cristianos. (http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/08/08-31_S_dominguito_del_val.htm)
Parece que ante un disparate absolutamente increíble para cualquiera que conozca siquiera sea superficialmente el judaísmo, sobra todo comentario, pero este texto ha sido reproducido en otras webs asimismo católicas y Mercaba aparece recomendada en Periodismo católico.com (http://www.periodismocatolico.com/archivo/b021012/021012_copia(2).htm)

http://www.mercaba.org: ''Un portal que contenga toda la información y los documentos sobre nuestra fe e Iglesia. Pero de una forma rápida, dinámica y amena. Y ese portal quizás lo haga en Murcia también un venerable sacerdote llamado don Pedro Azuar.''

Sé que estos escritos no representan posturas oficiales de la iglesia Católica, y si los traigo a colación es para mostrar lo mucho que a esta, pese a los esfuerzos de los últimos tiempos, le queda por hacer para terminar con siglos de incomprensión.

Pero, como señalaba al inicio de este artículo, el antijudaísmo católico ha convivido en nuestro país con otro de origen izquierdista que ha tendido a ver en el cristianismo una forma universalizada de la religión mosaica y a proyectar sobre esta todo lo oscuro y reaccionario que rechazaba en aquel. A esto se añaden los tradicionales estereotipos del hebreo mezquino y avariento, tan difundidos no ya en España, sino en el resto de los países europeos; de tal modo que, el mismo éxito económico y militar de Israel es considerado manifestación de un capitalismo imperialista y despiadado. Así, muchos españoles por caminos que no por diferentes dejan de entrecruzarse, han llegado a odiar algo que desconocen. Frente a esta situación solo cabe que nos esforcemos por difundir la realidad del judaísmo y de Israel, con la esperanza de que los hechos terminen por quebrantar los prejuicios.

Comentarios

  1. Son ideas difundidas es verdad, por personas de estrechas miras, y poca comprensión. Fanaticos en general. Gracias por etiquetarme.
    Carmen

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  2. Leído su artículo poco puedo decir. Exposición clara, precisa y con las referencias pertinentes.

    Que los "progresistas" (o "izquierditas") coincidan con la postura de Mohammad Amin al-Husseini lo dice todo. Un "progresismo" que remite a la Edad Media.

    La web "mercabá" podemos saber lo que es. Curioso que utilicen una palabra del antiguo hebreo para esconder a un cura católico.

    Adelante.

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