El tesoro de Barbarroja
EL TESORO DE BARBARROJA
Francisco Javier Bernad Morales
Otra de las obrillas de teatro infantil que escribí hace ya muchos años.
Primer Acto
La escena representa la cubierta de un velero. En el suelo, cubos y
rollos de cuerda. Una mesa u otro soporte elevado a la izquierda hará las veces
de cofa para el vigía. En la parte derecha, la rueda del timón. Todo tendrá
aspecto sucio y desordenado, incluidos la ropa y el pelo de los piratas.
Al abrirse el telón se verá en el centro, sentados en el suelo a Astolfo
y Tolomeo, y en sus puestos a Casimiro, el vigía, y a Pepe, el timonel. El
resto de los piratas en el número que convenga, junto a Morgan el
contramaestre, en pie)
Coro de piratas (cantan con
la música de “Ni me lavo, ni me peino/ ni me pongo la mantilla/ hasta que
vuelva mi novio/ de la guerra de Melilla/ Pobrecitas madres/ cuanto llorarán/
al ver que sus hijos/ a la guerra van”):
Ni
me lavo, ni me peino
ni
me pongo la corbata
hasta
que encuentre un tesoro
escondido
en una lata.
Pobrecitos
padres,
cuánto
llorarán
al
ver que sus hijos
a
bañarse van.
Mi
barco ya no es mi barco,
mi
barco es una bañera,
donde
vamos los piratas
a
lavarnos las orejas.
Pobrecitos
padres,
cuánto
llorarán
al
ver que sus hijos
a
bañarse van.
Morgan: (A gritos y con
ademanes de bravucón) ¡Cien mil cetáceos cejijuntos! ¡Basta de canciones!
¡Todos al trabajo!
Salen todos por la derecha, excepto Astolfo, Tolomeo, Casimiro y Pepe.
Tolomeo: Astolfo, tú que has navegado por todos los mares cuéntame
alguna historia. ¡Me ilusiona tanto llegar a ser un buen pirata como tú!
Astolfo (misterioso): Escúchame,
Tolomeo, la vida del pirata no es fácil. Yo puedo hablarte de cosas tan
terribles que harían temblar a los hombres más valientes.
Tolomeo: Por favor, habla.
El vigía bosteza ruidosamente. El timonel comienza a recitar a pleno
pulmón la Canción del Pirata.
Pepe: Con diez cañones por banda…
Astolfo (al vigía y al
timonel): ¡Eh! ¡Vosotros! Dejad de hacer ruido, así no hay manera de
entenderse. (A Tolomeo) Ya se han
callado. Tú creerás que las ballenas, capaces de engullir un barco entero, o
que los pulpos gigantes que lo atrapan con sus tentáculos y lo hunden en las
profundidades son los monstruos más peligrosos del océano.
Tolomeo (asustado): Sin
duda. Solo pensar en ellos me estremece.
Astolfo: Pues te equivocas, hay un ser mucho más terrible.
El vigía se duerme y de vez en cuando deja escapar un ruidoso ronquido.
Tolomeo: ¿Cuál?
Astolfo: El pez volador
Tolomeo: ¿El pez volador?
Astolfo: Sí. Con sus grandes alas las bandadas de peces voladores
se elevan sobre los navíos en las noches más oscuras y luego descienden sobre
cubierta, donde devoran a toda la tripulación antes de volver volando al mar.
El vigía ronca. Entra el contramaestre Morgan por la derecha
Morgan: ¡Cien mil cetáceos cejijuntos!
El vigía se despierta sobresaltado e intenta disimular.
Casimiro: ¡Agua a la vista!
Morgan avanza hacia el centro, cerca de Tolomeo y Astolfo. Se chupa un
dedo y luego lo levanta.
Morgan: ¡Ha rolado el viento! ¡Vosotros, pandilla de haraganes,
arriad las velas!
Astolfo: Pero, señor contramaestre, si están arriadas.
Morgan: ¡Entonces izadlas! ¡Y tú, timonel, vira trescientos sesenta
grados a babor! ¡Cien mil cetáceos cejijuntos!
¡No tolero que se discutan mis órdenes!
Tolomeo y Astolfo fingen tirar con fuerza de los cabos para izar las velas.
El timonel hace girar la rueda. Morgan sale por la izquierda dando grandes
zancadas.
Astolfo. ¡Uf, ya se ha ido! Siéntate y descansa.
Se sientan Astolfo y Tolomeo
Pepe: Con diez cañones por banda
viento
en popa a toda vela…
Astolfo (al timonel):
Pepe, ¿quieres callarte de una vez?
Casimiro: ¡Así no hay manera de dormir!
Tolomeo: Sigue con tus historias
Astolfo: Bien. Te diré que nada en la mar, ni siquiera el pez
volador, puede compararse con los monstruos que pueblan el país de los
garamantes.
El vigía vuelve a quedarse dormido.
Tolomeo: ¿Has estado allí?
Astolfo: Hace años. Allí habita la anfisbena, la serpiente que en
lugar de cola tiene otra cabeza.
Tolomeo. ¡Oh!
Astolfo: También el basilisco y el catoblepas que matan con la
mirada. La cabeza del catoblepas es tan pesada que el animal no puede
levantarla del suelo.
Tolomeo: ¿Los has visto?
Astolfo: ¿Estás loco? Nadie que los haya visto vivió para contarlo.
Se oye un gran ruido como un choque. Astolfo, Tolomeo, el vigía y el
timonel caen al suelo. Se levantan tambaleándose. Entra el contramaestre por la
izquierda.
Morgan. ¡Cien mil cetáceos cejijuntos! ¿Qué ha sido eso?
Casimiro (que ha vuelto a
encaramarse a la cofa): Hemos abordado una barca, señor contramaestre.
Morgan: ¡Casimiro, eres un asno! ¡Se te paga para que vigiles!
Casimiro: Es que vigilaba por babor y la barca estaba a proa.
Por la izquierda entran Rosalinda, Rosafresca y Lindaflor. Van
elegantemente vestidas, llevan bolso y no parece que acaben de salir del agua.
Astolfo se sobresalta al verlas y en adelante mirará al suelo como si quisiera
impedir que le vieran la cara.
Rosalinda: ¿Dónde os regalaron el carnet? ¡Vaya forma de navegar!
Casimiro: ¡Mujeres tenían que ser!
Lindaflor (a sus compañeras):
¿Le sacudo?
Rosafresca: Lindaflor, mira que eres bruta. Espera un poco.
Rosalinda: Habéis hundido mi nave. ¡Bueno, no importa! Supongo que
tendréis camarotes con baño. Necesito tres.
Mientras hablan, el vigía no cesa de bostezar. Se nota que va a
dormirse de nuevo.
Morgan: ¡Cien mil cetáceos cejijuntos! Hemos recogido a tres locas.
¡Astolfo, Tolomeo, buscad al capitán! (Salen
Astolfo y Tolomeo por la derecha) Y vosotras, ¡ahora veréis! ¡Habéis caído
en manos del capitán Barbarroja!
Rosalinda: ¿Barbarroja decís? Justo le estaba buscando.
Pepe: Con diez cañones por banda
viento
en popa a toda vela
no
corta el mar sino vuela…
Morgan: ¡Cállate, Pepe! (A
las mujeres) No le hagáis caso. Es poeta.
Pepe: Reíros de mí, pero esta canción algún día me hará famoso.
Lindaflor: ¿Iréis a Operación Triunfo? ¡Qué ilusión! ¿Me firmaréis
un autógrafo?
Pepe: Soy un genio incomprendido.
Entra Barbarroja por la derecha. Como era de esperar no tiene barba. El
vigía ya está totalmente dormido.
Barbarroja: ¿Qué ocurre aquí?
Rosalinda: ¿Vos sois Barbarroja?
Barbarroja: Sí
Rosafresca: ¿Seguro?
Barbarroja: ¿Por quién me tomáis? ¿No he de saber quién soy?
Lindaflor. Es que no lo parecéis.
Barbarroja: Me he afeitado esta mañana.
Rosalinda: Eso lo explica todo. ¿Así que sois el más feroz pirata?
Barbarroja: Sí
Rosalinda: ¿El más cruel y sanguinario?
Barbarroja (Sonríe con
timidez): Sí. Pero no sigáis que me pongo colorado.
Morgan (que se ha ido
poniendo nervioso durante el diálogo anterior) Capitán, ¿las tiro ya por la
borda?
Barbarroja: Espera, no tengas tanta prisa.
Morgan. Es que nos sigue un tiburón hambriento y me da mucha pena.
Barbarroja: Siempre tan sentimental… (A las mujeres) Pobrecillo, tiene un corazón de oro y quiere tanto a
los animales…
Rosalinda: Barbarroja, he de proponeros un negocio. Ordenad a
vuestros hombres que se alejen.
Barbarroja: El vigía y el timonel deben permanecer en sus puestos.
Rosalinda: Para lo que hacen, muy bien se pueden marchar.
Barbarroja (comprensivo):
Pues también es verdad ¡Marchaos todos!
Salen los piratas por la izquierda.
Rosalinda. Bien. Ya podemos hablar.
Barbarroja: Esperad. Hay algo que no me parece bien. Si se van mis
hombres, que hagan lo mismo vuestras mujeres.
Rosalinda: De acuerdo. Rosafresca, Lindaflor, retiraos. He de hablar
a solas con el capitán.
Rosafresca: Nos vamos, pero tened cuidado.
Lindaflor: Si nos necesitáis, silbad fuerte.
Rosafresca y Lindaflor salen por la derecha.
Barbarroja: ¿Y qué es eso tan importante que me queréis contar?
Rosalinda: Os propongo que me ayudéis a encontrar un tesoro.
Barbarroja: No me hagáis reír. Los tesoros no existen.
Rosalinda: Este sí. Tengo el mapa.
Barbarroja: ¿Un mapa? ¿Puedo verlo?
Rosalinda: Ni de lejos. Debéis confiar en mi palabra. Cuando lo
encontremos haremos dos partes: una para vos y vuestros hombres, y la otra para
mí y mis compañeras.
Barbarroja (pensativo):
Bueno, podemos buscar el tesoro. Al fin y al cabo, con probar nada se pierde.
Rosalinda: Además mi brújula nos ayudará.
Barbarroja (alarmado
desenvaina la espada): ¡Eso sí que no! ¡No toleraré brujas en mi barco!
Rosalinda: No seáis tonto. He dicho brújula.
Barbarroja: ¿Y qué es eso?
Rosalinda saca una brújula del bolso y se la muestra
Rosalinda: Mirad. Esta aguja señala siempre al norte.
Barbarroja coge la brújula y le da varias vueltas.
Barbarroja: No le falta ingenio al chisme, pero no veo que sirva
para nada.
Rosalinda: No es posible que seáis tan zoquete.
Barbarroja (pensativo): Es que veréis, yo no quiero ir al
norte… ¡Ah! Ya entiendo… Vuestro tesoro está en el norte. Os creéis muy lista, pero todavía no ha
nacido quién pueda engañar a Barbarroja.
Rosalinda: Esto se lo cuento a mis amigas y no se lo creen.
Barbarroja: ¿No tendréis una que señale hacia Cuba? Me gustaría visitar a mi primo. Trabaja en un
hotel de Varadero.
Cae el telón
Segundo Acto
Cubierta del buque. Ahora todo tiene un aspecto más ordenado. El
timonel y el vigía —este dormitando y el primero haciendo ademanes con las
manos como si recitara en voz baja— en sus puestos. Astolfo y Tolomeo de
rodillas con cepillos y un gran barril en que se lee “cera” escrito con letras
grandes.
Tolomeo: No volveré a hacer caso de los anuncios: Hazte pirata
—decían—, conocerás mundo, vivirás aventuras, harás amigos, aprenderás un
oficio… Si llego a saber que tendría que encerar la cubierta…
Entra el contramaestre. Resbala en la cera y cae aparatosamente. Con el
ruido se despierta el vigía y finge mirar a lo lejos haciendo visera con la
mano.
Morgan: ¡Cien mil cetáceos cejijuntos! ¿Qué es esto?
Astolfo: Mirad donde pisáis. Tendremos que encerar de nuevo.
Tolomeo: Todo el día trabajando para esto.
Morgan (levantándose):
¿Os habéis vuelto locos? ¡Esto es un barco pirata, no un salón de baile!
Astolfo: Son órdenes del capitán.
Morgan: ¡Cien mil cetáceos cejijuntos! ¡Seguro que ha sido idea de
las mujeres! Ya no lo puedo aguantar.
Intenta salir a grandes zancadas, pero resbala y cae hacia el fondo del
escenario. Se levanta y sale.
Casimiro: ¡Qué energía! Nuestro contramaestre llegará muy lejos.
Pepe: Sí. Un palmo más y llega al agua.
El vigía vuelve a dormirse y el timonel reinicia sus aspavientos.
Astolfo: Tiene razón el contramaestre. Nada bueno puede venir de
llevar mujeres a bordo.
Tolomeo: ¿Tú crees?
Astolfo: Estoy seguro. Fíate de mi experiencia
Tolomeo (con admiración):
No sólo sabes de monstruos, también entiendes de mujeres. ¡Eres un sabio!
¡Cuánto aprendo a tu lado!
Astolfo (misterioso): Si me juras que no se lo contarás a
nadie, te confiaré un secreto.
Tolomeo: Callaré como un besugo.
Astolfo: Me gusta más el lenguado.
Tolomeo: Como prefieras. Más callado que un lenguado.
Pepe (abstraído habla solo):
Nada, no hay manera. No encuentro ninguna palabra que rime con botín.
Tolomeo: Casimiro se ha dormido y Pepe no se entera. Puedes hablar
tranquilo.
Astolfo (antes de hablar mira
receloso a todas partes): Hace años, cuando era joven me enamoré.
Tolomeo: ¿Sí?
Astolfo: Sí. Era la muchacha más hermosa que puedas imaginar. Esbelta
y ligera como una gaviota, tierna como una lubina...
El vigía se despierta y disimuladamente intenta escuchar. El timonel
también comienza a prestar atención a la conversación sin que se enteren.
Tolomeo: ¿Y qué ocurrió?
Astolfo: Al principio todo fue bien. Ella también me amaba, así que
nos casamos.
Tolomeo: ¿Te casaste?
Astolfo: Te lo acabo de decir.
Tolomeo: ¡Es cierto! Por favor, continúa.
Astolfo. Pero un día… Aún me estremezco al recordarlo. Habían
pasado dos meses de la boda y como siempre después del trabajo, volvía contento
a casa para estar con mi mujer, pero al llegar ¿qué dirías que encontré?
Tolomeo: No lo puedo imaginar.
El vigía y el timonel que intentan visiblemente no perder una palabra
de la conversación sonríen malévolamente.
Astolfo: Allí estaba ella. Tan bella, tan dulce, tan cariñosa… y a
su lado…
Tolomeo: ¿Qué?
Astolfo: Una bañera
Tolomeo: ¿Una bañera?
El vigía y el timonel decepcionados pierden interés y vuelven a lo
suyo.
Astolfo: Como lo oyes. Había comprado una bañera.
Tolomeo: ¡Oh!
Astolfo: No es eso lo peor. La había llenado de agua.
Tolomeo: ¿Para qué?
Astolfo: Quería que me bañara.
Tolomeo: ¿Y qué hiciste?
Astolfo: ¿Qué iba a hacer? Era joven y estaba enamorado, así que me
bañé.
Tolomeo: ¿Y luego?
Astolfo: Desde entonces mi vida fue un infierno. No había pasado un
mes y otra vez me hizo bañar.
Tolomeo: ¡Cuánto has sufrido!
Astolfo: Cuando quiso que me diera un tercer baño, huí de mi casa y
juré no acercarme de nuevo a una mujer. Por eso me hice pirata.
Tolomeo: ¡Calla! Se acerca alguien.
Entran por la derecha Rosalinda, Rosafresca, Lindaflor y el capitán. Astolfo
intenta que las mujeres no le vean el rostro.
Rosalinda (examina el suelo
con atención): Esto hay que encerarlo mejor.
Astolfo (sin mirar y
deformando la voz): Es culpa del contramaestre que lo ha pisoteado todo.
Tolomeo: Es cierto.
Barbarroja: No importa. Ya habéis oído. ¡A trabajar!
Astolfo y Tolomeo fingen encerar el suelo. Rosefresca se les acerca y
Astolfo baja cada vez más la mirada. Rosafresca da lentamente una vuelta a su
alrededor, mientras Astolfo gira para darle continuamente la espalda.
Rosalinda: ¿Qué ocurre, Rosafresca?
Rosafresca: Este marinero me recuerda a alguien
Barbarroja: ¿Quién? ¿Astolfo?
Rosafresca: ¿Astolfo decís? He debido de confundirle con otro, con
un tal Mariano.
Al oír este nombre, Astolfo se levanta. Evita mirar a Rosafresca.
Astolfo (deformando la voz):
Perdonadme, he de ir al servicio.
Se marcha precipitadamente por la izquierda.
Tolomeo. Yo también
Barbarroja: ¿Tú también, Tolomeo?
Sale Tolomeo por la izquierda.
Rosafresca: Sí, me habré confundido. La voz no es la misma, pero el
olor… (queda pensativa y luego sale
lentamente por la izquierda).
Pepe: No me acaba de salir. Botín, botín…
Lindaflor: ¿Qué os ocurre?
Pepe: Nada. Estoy componiendo otra canción, pero no encuentro nada
que rime con botín.
Lindaflor: ¿Bergantín? ¿confín?
Pepe: Esas no valen. Ya las usé en otra ocasión. Si no cambio, los
críticos dirán que me falta vocabulario.
Lindaflor: ¿Festín?
Pepe (entusiasmado):
¡Magnífico! ¡Ya lo tengo! ¡Muchas gracias!
Rosalinda: Bueno, pues si ya lo tienes, recítala.
Barbarroja: ¡Sí! ¡Sí! Recita
El vigía se ha despertado con el ruido. Mira a todas partes:
Casimiro: ¡Agua! ¡Agua!
Pepe: Escuchad (Al recitar
habla muy alto y hace amplios ademanes):
¡Hurra,
cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os
brinda espléndido botín:
sangrientas
charcas sus campiñas sean,
de los grajos
sus ejércitos festín.
Barbarroja: ¡Qué sentimiento!
Rosalinda: ¡Qué lirismo!
Lindaflor: ¡Me habéis llegado al corazón!
Pepe (aparte): Nada como
una poesía para enternecer a una mujer. (A
Lindaflor): Si me acompañáis os mostraré mis otras obras.
Lindaflor: ¡Qué pirata más gentil!
Pepe y Lindaflor se van por la derecha.
Barbarroja: ¿Falta mucho para llegar a vuestra isla?
Rosalinda: No. Tenemos que estar ya muy cerca.
Barbarroja: ¡Casimiro! ¿Ves algo?
Casimiro: Sí.
Barbarroja: ¿Qué ves?
Casimiro: Una cosita.
Rosalinda (impaciente):
¡Dejad ya de hacer el tonto! ¿Qué cosita ves?
Casimiro: Agua, agua, mucha agua.
Rosalinda: Miraré yo.
Saca un catalejo del bolso. Barbarroja mira extrañado.
Barbarroja: ¿Qué es eso?
Rosalinda: Un catalejo. Sirve para ver lo que está lejos.
Barbarroja: ¿Y cómo funciona?
Rosalinda: ¿Veis este extremo más estrecho? Se aplica a él el ojo y
se mira. Se ve mejor cerrando un ojo.
Barbarroja: No termino de entenderlo. ¿Qué ojo se cierra, el del
catalejo o el otro?
Rosalinda: El otro. El del catalejo se usa para mirar.
Barbarroja: ¡Qué barbaridad! ¡Cómo adelantan las ciencias!
Rosalinda mira por el catalejo.
Rosalinda: ¡Allí está! Veo la isla quince grados a estribor.
Barbarroja: ¡Pepe, ya has oído! ¡Quince grados a estribor! (Repara en que no hay nadie al timón)
¡Pepe! ¡Pepe! ¿Dónde te has metido?
Cae el telón.
Tercer Acto
Cubierta del barco. Morgan y los piratas, excepto Pepe con pancartas en
las que se lee: “Más suciedad, menos limpieza”, “Desorden y suciedad/ hacen la
felicidad”, “El agua para los peces/ El jabón para el patrón”. Están agrupados
a la izquierda.
Coro de piratas: ¡Más suciedad, menos limpieza! (lo repiten cinco o seis veces veces).
Morgan: ¡Escuchadme, compañeros! Esta situación es intolerable. No
trabajaremos mientras Barbarroja no acepte nuestras condiciones ¡Cien mil
cetáceos cejijuntos!
Coro de piratas (cinco o seis
veces):
Desorden y
suciedad
hacen la
felicidad.
Entran por la derecha Rosalinda, Rosafresca y Barbarroja.
Barbarroja: ¡Qué escándalo es éste!
Morgan: Estamos en huelga
Barbarroja: ¡Pandilla de inútiles! Si no volvéis al trabajo haré
que os arrojen por la borda.
Coro de piratas (cinco o seis
veces):
El agua para
los peces,
el jabón para
el patrón.
Rosafresca se ha acercado al grupo de marineros y observa con atención
a Astolfo que distraído con la protesta no lo nota.
Rosalinda (aparte a Barbarroja):
No seáis bruto. No veis que ellos son más. Debemos negociar.
Barbarroja: ¿Negociar?
Rosalinda: Sí. Dejadme a mí.
Rosalinda se adelanta hasta el centro.
Rosalinda: Hablemos. ¿Qué deseáis?
Morgan: ¡Cien mil cetáceos cejijuntos! ¡Todos a una, compañeros!
Coro de piratas (cantan):
. Ni me lavo, ni me peino
ni
me pongo la corbata
hasta
que encuentre un tesoro
escondido
en una lata.
Pobrecitos
padres,
cuánto
llorarán
al
ver que sus hijos
a
bañarse van.
Mi
barco ya no es mi barco,
mi
barco es una bañera,
donde
vamos los piratas
a
lavarnos las orejas.
Pobrecitos
padres,
cuánto
llorarán
al
ver que sus hijos
a
bañarse van.
Rosalinda: Os comprendo y estoy de vuestra parte (Barbarroja hace esfuerzos por contenerse).
La vida del marinero es muy dura.
Todos: Sí, muy dura.
Rosalinda: Todo el día trabajando. Arriar los foques, trepar a la
gavia, tensar los obenques, asegurar los estayes, navegar de bolina… ¿Y el
bauprés…? ¿Qué me decís del bauprés?
Todos: ¡El bauprés!… Si habláramos del bauprés…
Rosalinda: Y todo eso ¿para qué? Para vestir harapos mugrientos y
malolientes, dormir entre las ratas, alimentarse de galletas y bizcocho medio
podridos, beber agua…
Todos: ¡Agua! ¡Qué asco!
Rosalinda: Por eso, a partir de ahora ya no seréis marineros.
Todos: ¿No?
Barbarroja parece a punto de sufrir un síncope.
Rosalinda: ¡No! Desde hoy sois técnicos auxiliares de navegación.
Todos: ¡Hurra! ¡Bravo! ¡Viva Rosalinda! ¡Viva Barbarroja!
Barbarroja recupera la tranquilidad.
Morgan (muy digno): Un
momento, ¿y qué hay de lo mío?
Rosalinda: No me olvido de vos. Os nombro vicecapitán adjunto, con
derecho a llevar una pluma en el sombrero.
Morgan: ¿Puede ser de avestruz?
Rosalinda: De avestruz, de gallina o de gaviota. Elegid vos. Y
ahora que ya hemos resuelto el problema, volved todos al trabajo.
Barbarroja: El contramaestre con pluma… ¿quién lo iba a imaginar?
En fin, desembarcaremos en esa isla. Sospecho que tendremos una sorpresa. Por
cierto, ¿alguien ha visto a Pepe?
Todos se miran con cara de no haberle visto.
Rosalinda: Tampoco aparece Lindaflor. Pero no importa, cuando
volvamos de la isla les buscaremos.
Rosafresca: Yo me quedaré para cuidar del barco, pero debería
acompañarme algún marine…, quiero decir, algún técnico auxiliar de navegación.
Barbarroja: ¡De acuerdo! Tolomeo, quédate aquí.
Rosafresca: Preferiría a Astolfo. Es más guapo.
Barbarroja: ¡Vale, pues que se quede Astolfo! (Aparte). Hay gustos para todo.
Astolfo intenta escapar, pero Rosfresca le sujeta por el brazo. Todos
los demás salen por la izquierda.
Rosafresca: Así que Astolfo…
Astolfo: Pero, cariño, no me guardarás rencor…
Rosafresca: Mira, Mariano, que lo que me hiciste es muy gordo.
Astolfo: No te lo tomes así. Pensaba volver… Pero ya sabes…, se lía
uno con los amigos y no se da cuenta de cómo pasa el tiempo.
Rosafresca: Sí. Tres años.
Astolfo: ¡Uf! ¿Tanto? No, si comprendo que estés un poco molesta,
pero tanto resquemor…
Rosafresca: ¡Mariano! No me tientes, que me tienes harta.
Astolfo: Cariño, si sabes que sólo te quiero a ti. No pasaba un día
sin que pensara en escribirte, pero como no sé.
Rosafresca: ¿Escribir o pensar?
Astolfo: No te pases. El resquemor no es bueno para tu salud.
Rosafresa: Bueno. Y cuéntame que has hecho todo este tiempo.
Astolfo: Nada, pues navegar de aquí para allá.
Rosafresca: Por lo menos, habrás descubierto algo.
Astolfo: Sí. Ahora te puedo contar que el mundo no tiene borde.
Rosafresca: ¿Qué?
Astolfo: Eso, que no tiene borde. Tú sigues navegando, navegando y
al final llegas al mismo sitio.
Rosafresca: Pues no será a casa.
Astolfo. ¿Ves? El resquemor. Siempre pensando en lo mismo. Estás
obsesionada.
Rosafresca (harta):
¡Mira! ¡Báñate y luego hablamos!
Astolfo: ¿Cómo? ¿Bañarme? (intenta
retroceder, pero Rosafresca le agarra el brazo).
Rosafresca: Ya me has oído. ¡Al baño!
Rosafresca se lleva a Astolfo por la derecha. Por la izquierda entran
Lindaflor y Pepe.
Lindaflor: ¡Qué poesías más hermosas!
Pepe: Ahora que te he encontrado las escribiré aún mejores. Serás
mi musa.
Lindaflor (tierna): Pepe.
Pepe (tierno): Lindaflor.
Lindaflor: ¿Me querrás siempre?
Pepe: Pues claro. ¿Y tú a mí?
Lindaflor: Claro.
Pepe: Seremos tan felices.
Lindaflor (soñadora): Sí.
(Volviendo a la realidad). Pero,
Pepe, tienes que dejar esta vida de pirata.
Pepe: Como tú digas. Viviremos de mis poesías.
Lindaflor (mosqueada):
Pepe, que hablo en serio.
Pepe. Pues claro, corazón.
Lindaflor: La poesía está muy bien para pasar un rato, pero para
ganarte la vida tienes que hacer algo útil.
Pepe: ¿No es útil la poesía?
Lindaflor: Lo listo que eres para algunas cosas y lo tonto que eres
para otras. Rosalinda nos ha traído a esta isla para encontrar un tesoro. He
pensado que con nuestra parte podríamos poner un restaurante.
Pepe (perplejo): ¿Un
restaurante?
Lindaflor: Sí cariño. Tú redactarás la carta. Con lo bien que
escribes te resultará muy sencillo. Ya puedo imaginarlo: La angula de Cogolludo
confitada rellena de trufa al aroma del azahar sobre lecho de acelga
caramelizada.
Pepe. Pero, ¿eso se come?
Lindaflor: ¿Qué sabrás tú de comida? Tú a escribir la carta y a
atender a los clientes. De la cocina y de las cuentas ya me encargo yo.
Pepe: Pero, cariño, en el barco tengo libertad.
Lindaflor: Libertad ¿para qué?
Pepe: Es mi barco mi tesoro,
es
mi dios la libertad,
mi
ley la fuerza y el viento,
mi
única patria, la mar.
Lindaflor: ¡Bah! Tienes la cabeza a pájaros. Aquí de lo que se
trata es de montar un negocio.
Pepe: No, si visto así…
Por la izquierda entran Rosalinda, Barbarroja, Morgan y el resto de los
piratas. Arrastran una gran caja de aspecto metálico.
Rosalinda (a Barbarroja): Bueno, ya podéis ordenar a
vuestros hombres que se bañen y se pongan la corbata.
Barbarroja (sorprendido):
¿Cómo?
Rosalinda: Lo que decían: Ni me lavo ni me peino… Pues ya hemos
encontrado el tesoro en la lata.
Barbarroja: Es cierto
Morgan: Si tomáramos en serio todo lo que se dice… ¡Cien mil
cetáceos cejijuntos!
Rosalinda: ¡Basta de charla! Que se bañen mientras vos y yo
repartimos el tesoro.
Barbarroja: Ya habéis oído. Señor vicecapitán adjunto, señores
técnicos auxiliares de navegación, báñense y pónganse la corbata.
Salen Morgan y los marineros por la derecha. Quedan, además de
Barbarroja y Rosalinda, Pepe y Lindaflor.
Barbarroja: ¿Qué pasa Pepe? ¿Por qué no te bañas como los demás?
Pepe: Capitán, es que veréis… Pienso dejar la piratería y
establecerme en tierra con Lindaflor.
Barbarroja: Siempre pensé que la vida de pirata no era para ti.
Eres un soñador, siempre con tus poesías, siempre dando la lata con los versos…
¿Cuándo se ha visto que un pirata pierda el tiempo escribiendo? ¡Mejor!, si ya
no eres pirata no te corresponde parte del tesoro, así que tocaremos a más.
Pepe: ¡Un momento que todavía soy pirata! Ya me daré de baja otro
día, que una cosa es ser poeta y otra distinta, ser tonto. ¿O es que vos
creéis que los poetas no comemos o que,
cual aladas mariposas libamos el néctar de las flores? No señor. Dadme un buen
filete y compondré una oda; por un solomillo, un soneto; por un beso… ¿qué daría
por un beso?…
Barbarroja: No te entiendo. ¿No pretenderás que te bese? ¡Hasta ahí
podríamos llegar!
Pepe: Perdonadme, me he liado, lo del beso lo va a escribir
Bécquer. Volvamos a lo que estaba diciendo: para atraer a las musas nada mejor
que una mesa bien provista, con su marisco y su asado, entremeses y pescado,
buenos vinos y buen postre con su tarta y con su helado.
Lindaflor: ¡Ay, qué bien habla! Además, ya casi no dice tonterías.
Barbarroja: Bueno, pues si todavía eres pirata, ¡a bañarte!
Lindaflor (a Pepe): La verdad es que te está haciendo
falta un buen baño.
Pepe: Lo que mandes, corazón.
Salen Pepe y Lindaflor por la derecha. Por el mismo lugar entran
Astolfo y Rosafresca forcejeando.
Rosafresca: ¡He dicho que te bañes!
Astolfo: ¡Capitán! ¡Ayuda! Esta loca quiere hacerme bañar.
Barbarroja: ¡Ya está bien! ¡Al baño con los demás! Ah, pero antes
trae una mesa y dos sillas.
Salen Astolfo y Rosafresca por la derecha y acto seguido vuelven a
entra con una mesa y dos sillas. Colocan la mesa en el centro de la escena con
una silla a cada lado. Luego vuelven a salir por el mismo sitio.
Rosalinda (se sienta en una silla) Bien, Barbarroja, acercad el
cofre y sentaos. Vamos a repartir el tesoro.
Barbarroja hace lo indicado.
Barbarroja: Empecemos.
Rosalinda coge una moneda del cofre y se la da a Barbarroja. Luego toma
una para sí.
Rosalinda: Una moneda para vos y otra para mí (Entrega otra moneda al pirata). Ya tenéis dos, así que cojo dos
para mí. (Se queda dos monedas y luego da
una a Barbarroja). Como ya tenéis tres, cogeré tres para mí.
Barbarroja comienza a extrañarse.
Barbarroja: Sospecho que me estáis haciendo trampa.
Rosalinda (indignada)
¿Cómo os atrevéis? ¿Acaso sabéis leer?
Barbarroja: No por cierto, ni jamás se probará que en mi familia un
hombre pierda el tiempo en tales cosas.
Rosalinda: ¿Tampoco sabéis dividir?
Barbarroja: ¿Y eso qué es?
Rosalinda: Es repartir según principios matemáticos.
Barbarroja: ¡Qué cosas!
Rosalinda: Y sin saber dividir, ¿os atrevéis a decir que yo reparto
mal?
Barbarroja: Perdonadme (Aparte)
Si hubiera hecho caso a mi madre cuando me mandaba a la escuela…
Rosalinda: Lo que deberíais hacer es agradecerme que no haya
repartido de manera geométrica.
Barbarroja: ¿Cómo es eso?
Rosalinda: Muy sencillo. Se toman las monedas y se hacen dos
montones: en uno las redondas para mí; en el otro, las cuadradas para vos.
Barbarroja: ¡Qué sabiduría! Si yo hubiera estudiado…
En silencio continúa el reparto, en tanto que la luz disminuye lentamente para indicar el crepúsculo.
Luego vuelve a aumentar. Mientras han salido a escena los piratas elegantemente
vestidos, todos con corbarta. El contramaestre lleva además un sombrero con una
gran pluma.
Coro de piratas (cantan):
Ya
me lavo, ya me peino,
ya
me pongo la corbata,
porque
he encontrado un tesoro
escondido
en una lata.
Que
alegres las madres,
que
alegres están,
al
ver que sus hijos
a
bañarse van.
Mi
barco ya no es mi barco,
mi
barco es una bañera,
donde
vamos los piratas
a
lavarnos las orejas.
Que
alegres las madres,
que
alegres están,
al
ver que sus hijos
a
bañarse van.
Cae definitivamente el telón.
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