Sánchez Adalid y la alianza de civilizaciones

Aunque no soy aficionado a la novela histórica, he leído alguna obra de Sánchez Adalid, que me ha parecido interesante y bien documentada, muy alejada de las fabulaciones absurdas a que nos tienen acostumbrados otros cultivadores del género. Sus opiniones son, asimismo, interesantes, lo que no impide que, como es natural, discrepe de algunas. En particular, no comparto la idea de que puedan convivir culturas o aliarse civilizaciones; pues se trata en ambos casos de conceptos abstractos, es decir, de ideas. Tan solo podemos convivir los seres humanos concretos, las personas, pues solo nosotros estamos dotados de vida. No es una cuestión baladí. Siempre que anteponemos la concepción de integrantes de un pueblo, de una civilización o de una religión, etc. a la consideración de que todos, independientemente de nuestras ideas y creencias, somos igualmente humanos, introducimos una barrera entre nosotros y lo que la tradición judeocristiana ha denominado el prójimo. Dejamos así de vernos el uno al otro como los seres con rostro, de que hablaba Levinas, para contemplarnos como manifestaciones de una idea: sea esta la Cristiandad, el pueblo vasco o el Real Betis Balompié. Ya no nos encontramos ante alguien igual y a la vez distinto de nosotros, sino frente a un extraño, perteneciente a una categoría sospechosa; alguien a quien no juzgaremos, por tanto, a causa de sus acciones, sino en función de los prejuicios asociados al grupo al que se nos aparece adscrito. Yo no convivo con el Islam, sino con mis alumnos Youssef y Fátima; tampoco, con el confucianismo, sino con el tendero Zheng, ni con la ortodoxia rusa, sino con Dimitri.

Es absurdo suponer que dos civilizaciones pueden aliarse. Eso es algo que pueden hacer las naciones, pues están dotadas de mecanismos institucionales legitimados para firmar tratados en nombre de los ciudadanos que las integran, y para obligar a estos a que cumplan lo acordado. ¿Quién hablará en nombre de Occidente? ¿Otorgaremos quizá tan elevado papel al presidente de los Estados Unidos, debido al poder militar y económico de su país, o será mejor que nos represente una comisión integrada por el Papa, el Primado de la Iglesia de Inglaterra y el Patriarca de Constantinopla, en atención a las raíces cristianas de nuestra civilización? En cuanto al Islam, ¿quién firmará? ¿El Gran Muftí de Jerusalén, el rector de la universidad de Al-Azhar y el consejo de ayatolás? La alianza de civilizaciones no es más que una vacua frase propagandística. Una de esas ocurrencias para las que la imaginación del señor Rodríguez Zapatero es tan fértil, como estéril resulta a la hora de proponer soluciones a los problemas que afectan a los ciudadanos.

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