A la huella de Alfonso Garrido

Un amigo me ha dejado para siempre, en él he perdido a una persona a quien podía confiar las angustias y problemas que me turban el alma, y con quien podía también compartir una botella de buen vino. A menudo hicimos ambas cosas a la vez. Comprendo que a muchos les parezca frívolo que se discuta sobre la Shoá , sobre su sentido o sinsentido, mientras regalamos el cuerpo con uno de los más refinados placeres que nos ha sido otorgado gozar. Quizá tengan razón. Me falta hoy ánimo para enfrentarme a rígidos ascetas. Solo se me ocurre recordarles unas palabras de Imre Kertész: “ha desaparecido el asombro ante la existencia del mundo y con él, de hecho, el respeto, la devoción, la alegría, el amor por la vida.” ( Un instante de silencio en el paredón , 41). Pero esos sentimientos, cuya ausencia lamenta como pérdida irreparable un superviviente de los Lager , aún existen. Todos los que hemos tratado a Alfonso los conocemos. Recuerdo un día maravilloso en que en su compañía, mi esposa y yo rec...